Toda inversión conlleva riesgos. Muchas veces se nos presentan “soluciones mágicas” o rentabilidades extraordinarias libres de riesgo. En el mundo real, toda inversión implica riesgo y hay una correlación directa entre el riesgo y el retorno. A mayor retorno, mayor riesgo. Esto es tan contundente como la ley de la gravedad.
Por eso la clave más importante es que cada inversión que realizamos esté alineada a nuestro perfil, a nuestras necesidades económicas reales, a nuestro nivel de riesgo tolerable, a nuestros objetivos de vida.